Un mal pensamiento nos puede enfermar y uno bueno, curar.
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!Esto es comprensible imaginando nuestra dinámica mental como lo que es científicamente: actividad electro-química.
Nuestras neuronas se intercomunican formando redes de conexiones que dan lugar a lo que conocemos como “pensamientos” y cuando nuestro cerebro ha perseverado en ellos concibiéndolos en su tipo: alegres, agresivos, críticos, etc., el hipotálamo, (la gran central química procesadora cerebral) los convierte en hormonas (péptidos) vinculados al mismo tipo de pensamiento que estamos teniendo; lo que conocemos como emociones.
Dichos péptidos segregados o emociones, se mezclan en nuestra sangre reaccionando y viajan por ella transmitiéndonos lo que llamamos “sensaciones”.
Por eso nos sentimos alegres, tristes o inquietos como respuesta a nuestros pensamientos.
Desgraciadamente la mayoría de las personas desconoce la maquinaria bioquímica y no puede controlar que esas sustancias cuando están vinculadas a pensamientos destructivos (estrés, desconfianza, preocupación) funcionen perjudicialmente en nuestro organismo: nuestro hipotálamo reaccionará ante ellos generando una química que en exceso es nociva para nuestro sistema inmunológico. Su reincidencia es enfermedad segura.
Debemos centrarnos en el proceso inverso: los pensamientos positivos producen hormonas endorfinas placenteras que transmiten calma, tranquilidad, etc., aumentando nuestra calidad de vida.
Y ahora que lo sabemos, pensemos positivamente.